¿Qué esconde una sonrisa? a veces no esconde nada, a veces lo esconde todo. Es tal vez la más mentirosa de las expresiones humanas.

Diego Fernando Arellano de Figueredo

32 años

Biólogo venezolana que fue asesinado el 16 de mayo de 2017 durante una manifestación social en San Antonio de los Altos, estado Miranda. Miembros de la Guardia Nacional Bolivariana le impactaron con un perdigón metálico en el pecho. El proyecto reventó su corazón, hígado y pulmones: no hubo orificio de salida. La autopsia determinó que la causa de la muerte fue por shock hipovolémico. El caso aún se encuentra en etapa de investigación en el Ministerio Público, una muestra del patrón de impunidad estructural del sistema de justicia venezolano.

Las personas suelen recordar a mi hermano por la expresión de su cara en esa última foto que casualmente le tomaron, foto en la que aparece con una “sonrisa”. Para muchos, esa “sonrisa” fue una señal de esperanza, para mí y mí familia era el reflejo del dolor físico que le había dejado la herida que dio fin a su vida.

Mi nombre es Arianna Arellano De Figueiredo, soy hermana de Diego Arellano De Figueiredo asesinado el 16 de mayo del 2017 en San Antonio de los Altos, por funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana. 

Mi hermano tenía 31 años, era el menor de tres hermanos, cuyos padres dieron todo su esfuerzo para criarnos en un ambiente de respeto y amor hacia nosotros y hacia los que nos rodean. Diego era Biólogo-herpetólogo egresado de la facultad de ciencias de la Universidad Central de Venezuela y trabajaba como investigador en la facultad de farmacia de la misma universidad en la producción de suero antiofídico.

Él era un alma libre como decía mi padre, que prefería bajo toda circunstancia “estar al aire con sus bichos” como le llamaba él a los animales que cuidaba. 

Realmente nosotros como familia contamos con la doble nacionalidad europea. Mi hermano mayor David y yo vivimos hace varios años fuera de Venezuela y Diego también tuvo esa misma oportunidad de irse, de hecho, estuvo 2 años viviendo fuera y regresó porque él prefería vivir en Venezuela a pesar de las circunstancias de nuestro país y poder dedicarse a la herpetología que desde luego era su gran pasión. 

Diego además, fue Scout desde los 5 años, de ahí su amor y dedicación a la naturaleza, también fue un reconocido deportista en nuestra comunidad, llego a cinturón negro 3 dan en karate Do.

¡Un ciudadano común que no pertenecía a ningún partido político ni organización y quiero que esto quede claro!

El 16 de mayo de 2017 mi hermano iba a su trabajo como cualquier otro día, pero la circunstancia de protesta activa convocada por la oposición ese día se lo impidió, el transporte público no funcionaba y los organismos del estado impedían el paso por los diferentes caminos de salida de la ciudad. Diego regresó y le dijo a mi madre que se uniría a la protesta, ella insistió en que no lo hiciera. 

Pero es que hay que ponerse en el lugar de mi hermano y de todos los asesinados por este régimen; y entender el grado de frustración que genera el hecho de que no puedas crecer y vivir en el país que te vio nacer ya que si lo haces, debes enfrentarte diariamente ante la delincuencia, la falta de servicios básicos, una economía estancada en el tiempo y un régimen dictatorial que agrava la crisis humanitaria compleja que atraviesa el país. 

Ese día, según me cuentan mis amigos y vecinos, la situación era especialmente violenta, disparaban lacrimógenas y perdigones sin parar. No apuntaban al aire como tengo entendido deberían hacer las fuerzas antimotines para dispersar una manifestación, todo lo contrario. La Guardia Nacional Bolivariana disparaba directamente a los manifestantes. 

Ellos querían un muerto y esa suerte la corrió mi hermano. Sé que es muy difícil entender cómo quienes en principio deben proteger al ciudadano, atenten contra ellos, pero esa es la realidad. 

¡En Venezuela no se respetan los derechos humanos! La bala o misil, mejor dicho, que impactó en contra de Diego, era una esfera metálica de 11,3 mm, al no tener punta como una bala común, no salió de su cuerpo si no que rebotó y rebotó, ¡lo reventó por dentro!

Pocos minutos después del impacto, llevaron a mi hermano a la clínica más cercana. Su hígado estaba completamente lacerado, una hora más tarde falleció. 

¿La causa? Un shock hipovolémico. 

Yo que me encontraba a cientos de kilómetros de distancia, me tuve que enterar a través de las redes sociales de la muerte de mi propio hermano. Lo único que pasaba por mi mente era el dolor de mi madre por la pérdida de un hijo, yo también soy madre ¡y no imagino peor cosa!

Ese mismo día en horas de la tarde comenzó la investigación y fueron hasta el sitio donde ocurrieron los hechos, agentes del CICPC y el Ministerio Público, tengo constancia porque tengo la copia del informe, se realizaron las experticias del caso (planimetría, investigación de material gráfico, declaraciones a testigos, etc.) El cual puedo hacérsela llegar a los interesados cuando sea necesario.

A los días de iniciada la investigación, el Ministerio Público abandonó el caso y no han hecho nada más. Coincidiendo con la salida de la fiscal Luisa Ortega Díaz, distintos allegados y el abogado que logró sacar las copias del informe, han preguntado en varias ocasiones por los procedimientos judiciales, ahí sigue, sin que hagan nada. Ni siquiera hay un sobreseimiento del fiscal. En conclusión el Estado lo único que ha hecho es dilatar el proceso en el tiempo. 

Mi familia y yo sabemos que no hay un único culpable directo, hemos visto videos de varios funcionarios disparando directamente a los que se encontraban en el lugar donde estaba Diego con su grupo. Incluso supimos por este material gráfico que el Comandante que estaba al mando era un conocido verdugo del régimen, que falleció como consecuencia de una complicación de una herida de bala y covid en el 2019. 

El caso de mi hermano no es único, ni mucho menos aislado, ellos sabían lo que hacían, la Guardia Nacional Bolivariana salió a asesinar a los protestantes, por órdenes del régimen con el objetivo de silenciar las calles. 

Al analizar detalladamente las manifestaciones, cualquiera podría determinar que los cientos de venezolanos asesinados fueron víctimas de un uso desproporcionado de la fuerza, de funcionarios que modifican las armas de dispersión, disparan balas sin serial, provocan heridas en zonas vitales (cabeza, pecho e ingle), utilizan munición con metras, latas de bombas lacrimógenas y esferas de metal. 

Su objetivo era claro: causar daño o asesinar.

Los métodos fueron despiadados, sabían muy bien qué hacer para ocultar sus huellas  y evitar que sus crímenes fueran probados, provocando que la mayoría de los casos no sean investigados.

Nuestras esperanzas están en que los organismos internacionales de justicia, como la Corte Penal Internacional, sabemos que es un mecanismo que puede ejercer presión sobre el régimen, para que los casos como el de mi hermano puedan ser resueltos y los responsables puedan responder ante la justicia. Quisiera que la cadena de mando sea investigada, y que los responsables que dieron esas órdenes paguen por todas la muertes que causaron. 

Entonces, pregunto de nuevo, ¿qué esconde una sonrisa? No todas significan lo mismo, ni todas las personas que sonríen lo hacen por los mismos motivos. La sonrisa de Diego ese día, no fue de felicidad sino de dolor. Esa misma que todos los venezolanos fingimos para poder afrontar el día a día mientras nuestro país se cae a pedazos. Por eso hoy, yo decido no esconder el dolor que siento, sino usarlo como impulso para exigir justicia por mi hermano. 

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