Desde el miércoles 10 de mayo de 2017 Miguel no ha vuelto a la casa, y no regresará. La dictadura lo asesinó.

Miguel Fernando Castillo Bracho

27 años

Comunicador Social asesinado por un funcionario de la Guardia Nacional Bolivariana el 10 de mayo de 2017 en el marco de una manifestación en Las Mercedes, Caracas. Actualmente su caso se encuentra paralizado en la etapa de investigación. A sus familiares se les niega el acceso al expediente del mismo.

Miguel era un joven de 27 años, buen hijo, hermano y amigo. Salía todos los días a trabajar para ganarse la vida honestamente. Era comunicador social, con grandes aspiraciones y metas.

Hace 5 años participó activamente en las protestas en las que millones de venezolanos le exigieron al régimen condiciones de vida dignas. La última a la que asistió fue un miércoles: ese miércoles su vida en este mundo terminó cuando fue víctima de una ejecución extrajudicial al recibir un disparo de arma de fuego al tórax y brazo izquierdo que perforó el corazón y el pulmón lo que le provocó un shock hipovolémico.

Yo soy Carmen Elena Bracho, madre de Miguel Fernando Castillo Bracho, y he venido a contar la que ahora es mi historia, una historia real, que hoy viven cientos de madres venezolanas quienes perdieron a sus hijos de forma violenta. Hoy voy a hablarles por mi y por ellas, esperando recibir algo que no existe en mi país: atención y justicia.

Miguel Fernando se había graduado de la Universidad Santa María, en Caracas. Le apasionaba la idea de vivir en un país con oportunidades de desarrollo para gente joven como él.

La muerte de Miguel ocurrió durante las manifestaciones sociales/ manifestaciones del año 2017; Miguel se unía a las multitudes que protestaban porque sus derechos estaban siendo violados con total impunidad, porque la dictadura se burlaba en sus caras, porque creía que él podría cambiar la situación. Así, el 10 de mayo de 2017, como ya era costumbre en su lucha por recuperar la democracia, Miguel se unió a las protestas.

Al igual que en días anteriores, los cuerpos de seguridad del Estado empezaron a reprimir de forma desproporcionada a todas las personas que se encontraban protestando. Miguel se dirigió a Las Mercedes, una urbanización al Este de Caracas donde la violencia estatal fue brutal y despiadada.

Aproximadamente a las 2:30 de la tarde, Miguel recibió un disparo por parte de un funcionario de la Guardia Nacional Bolivariana. Se trataba de una metra de plomo disparada con el arma de reglamento, la cual atravesó inmediatamente el intercostal izquierdo de Miguel y se alojó en su corazón. Miguel murió de inmediato.

Tan pronto como lo hirieron, una amiga de él informó a mi hija Luisa que Miguel había sido internado en la Policlínica de Las Mercedes. Cuando llegué, el doctor me dijo: “tu hijo murió”. Comencé a golpear la pared. Pude verlo sin vida mientras comenzaba a internalizar el horror al que nos somete la dictadura sangrienta, egoísta y maligna de Venezuela.

Lo asesinaron los mismos venezolanos que juraron proteger este país, a quienes sólo les tomó unos segundos destruir una vida y afectar muchas otras.
Al igual que con Miguel y tantos otros,fue suficiente un disparo para borrar sus sueños de libertad. Sueños que ya no están porque la dictadura decidió que su voz era un riesgo para la nación. 

Pensamos que luego de esto el dolor en la familia no podía crecer: nos equivocamos. Mi hermana sufrió un infarto al día siguiente de la muerte de Miguel a causa del estrés al que se había estado sometiendo.
Desde entonces; como es de esperarse, en la voz de Diosdado Cabello, el régimen ha negado consistentemente los hechos. Fue más fácil decir que un compañero de Miguel había cometido el crimen; fue más fácil decir que mi hijo se drogaba, y que al momento de su muerte estaba drogado; fue más fácil para el régimen decir que mi hijo era un guarimbero. Pero los hechos contradicen al régimen; mientras que Diosdado Cabello dice que mi hijo fue asesinado por uno de sus compañeros, hay un video en manos del servicio VEN 9.1.1., que acredita nuestro testimonio, video que no le fue entregado al fiscal. 

Cuando la justicia es enmudecida su clamor se manifiesta en miles de formas distintas, y la muerte de Miguel es un gran ejemplo. 

Miguel está ubicado en el sitial de los próceres venezolanos, es un héroe de nuestra patria. Y cuando murió empezó nuestra lucha, la de sus familiares y seres amados, la batalla por la justicia, en la cual nos hemos esforzado incansablemente.

Desde el día siguiente al asesinato de Miguel, se procedió a dar inicio a las investigaciones preliminares, requiriéndose a la Unidad Criminalística contra la Vulneración de Derechos Fundamentales del Ministerio Público que procediera a la práctica de las diligencias de investigación. 

Tuvimos esperanza. La investigación seguía avanzando y pronto lograríamos ver el juicio del guardia nacional que le disparó a Miguel, pues incluso el Fiscal designado pudo ver un video de él disparándole a mi hijo, ¡habíamos logrado identificar su rostro! Y por un momento su enjuiciamiento no parecía tan lejano. Hasta que, el día 5 de agosto de 2017, fue nombrado Tarek William Saab como Fiscal General de la República, y con su llegada desapareció la esperanza sobre la investigación de la muerte de mi hijo, y seguramente las de tantos otros.

La Guardia Nacional Bolivariana, omitió deliberadamente dar respuesta a los oficios de solicitud emanados de la Fiscalía del Ministerio Público: aún cuando el expediente contiene suficientes elementos para identificar a la persona que accionó el arma en contra de mi hijo. 

¡Se han burlado de nosotros una y otra vez! Cada vez que nos citan al Ministerio Público, nos citan para hacernos saber que perdemos nuestro tiempo, para burlarse de nosotros, de nuestro dolor. Ser víctima de una violación de Derechos Humanos en Venezuela es igual a quedar mudo, porque ninguna autoridad se va a interesar por tu causa en lo más mínimo, nunca te van a oír, siempre van a obstruir la justicia. La única forma de que nuestro clamor sea escuchado por instancias con autoridad para exigir justicia es llevar nuestras denuncias fuera de Venezuela. Yo no creo en la justicia venezolana mientras esté el régimen dictatorial.

Siempre me he preguntado, en medio de mi frustración: “¿por qué a mí?, ¿por qué justamente a mí?” Hace poco una amiga me explicó que probablemente no me estaba haciendo la pregunta correcta, probablemente la pregunta correcta es: “¿para qué me pasó esto a mí? Y creo que, por terrible que todo esto haya sido, hay un propósito, debo afrontarlo, y mi testimonio lo demuestra. 

Tengo la esperanza de que quien lea esto, entienda este llamado, tengo la esperanza de que, como seres humanos, también les indigne una situación como la muerte de Miguel.

Miguel no ha vuelto a la casa, y no regresará. Por más que lo espero en la puerta, nunca la atraviesa. La dictadura lo asesinó. Es por eso que hoy, como madre, en nombre de sus hermanos, amigos, compatriotas indignados, y de las cientos de madres venezolanas que han perdido a sus hijos a manos de la dictadura, por Venezuela y por Miguel, exijo justicia para poder aliviar nuestro dolor e iniciar un nuevo capítulo en nuestras vidas y en la historia de Venezuela.

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